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Amistades Peligrosas y Modelos de Negocio

3 diciembre, 2009

Últimamente anda toda la blogosfera echando chispas ante la presumibilidad de que el poder administrativo pueda decretar el cierre de webs a instancias de entidades «gestoras de derechos» (lobbies de la industria del entretenimiento los llamaría yo). Últimamente da la sensación de que el socialismo español sea gran amigo de estos lobbies. Ante eso, debo decir que no.

No, no, y tres veces no. El socialismo no puede ser amigo de gente como la que manda en la SGAE o en PROMUSICAE, de la misma manera que no puede ser gran amigo de gente como Emilio Botín o de Florentino Perez. El socialismo no puede ni debe ser amigo de lobby industrial alguno. Y como fuerza progresista, el socialismo no debe contribuir a perpetuar modelos de producción obsoletos y que no tienen cabida en el mundo actual. Y las mal llamadaas «sociedades de gestión», por su misma esencia, son un error no perpetuable en el tiempo. Y no lo son porque gestionen derechos de autor, sinó por defender un modelo de negocio obsoleto, que además pretende ponerle puertas al campo.

Hablemos de modelos de negocio.

Veamos, si yo quiero montar un negocio muy seguramente me iré al banco o sociedad de inversión con un montón de papeles llenos de informes, estudios, planes y estrategias. Pediré un crédito, estudiarán mis proyectos, y de ser viable, me lo concederán. Ellos asumen un riesgo, yo asumo un riesgo. Entonces constituyo una sociedad o me doy de alta como autónomo, paso días y noches trabajando en mi proyecto, tratando de vender mi producto, llevando contabilidad, etc. y si mi sale bien, genial, y si no, asumo las consecuencias, lo dejo y me pongo a otra cosa o trato de volver a empezar. Cualquier emprendedor sabe, conoce, y comprende eso. ¿Y pues?

Veamos, si yo quiero ganar dinero con un negocio consistente en hacer música y atraer masas a salas y estadios. ¿Qué hago? Juntar a cuatro personas con instrumentos, tocar por bares y salas locales (cobrando en negro habitualmente), grabar maquetas y enviarlas a tantas compañías discográficas como se me ocurran con la esperanza de que alguna de ellas decida invertir en mi música. Después de esto vienen las radios, las televisiones, la fama, los fans, y un largo etcétera la mar de atractivo que en algunos casos acaba más mal que bien.

De nuevo no, no, y tres veces no. Ese no es el modelo que debería ser según yo lo veo. Ese es el modelo que engendra monstruos de la razón como PROMUSICAE y la SGAE del siglo XXI (atestiguo que no siempre fue como es ahora), que pasean a sus miembros por la calle proclamando que la música se acaba. En los tiempos que corren, los autores tienen herramientas y medios más que suficientes para producir y plucitarse. ¿Es necesario que sigan existiendo los mecenas conformados en sociedad anónima?

El futuro – creo – está en la democratización de todo, creación cultural incluida.